Integrar al niño interior nos posibilitará re apropiarnos de esa energía primigenia, de la creatividad sin límites, de la sabiduría originaria.
Muchas de nuestras heridas profundas se fueron cimentando en la infancia, época de la vida en que comienza a acumularse la propia sombra, en la que empezamos a ocultar rasgos, emociones y talentos, ante el temor de no agradar o no ser queridos.
Todos llevamos dentro un niño herido, el abandono de la inocencia, de la pureza, de las cosas tal como son.
Integrar al niño interior nos posibilitará re apropiarnos de esa energía primigenia, de la creatividad sin límites, de la sabiduría originaria.
Integrar al niño sagrado nos dejará volver a ser libres, juguetones, capaces de crear de la nada, de sumergirnos en juegos sin tiempo, sin propósitos, sin condiciones. Integrar al niño sagrado nos permitirá estar menos contaminados, estar más cerca de dios.
Deberíamos día a día dedicarle un tiempo para atenderlo, descubrir qué quiere, que necesita, que desea hacer nuestro niño. Busquemos juguetes, cosas para leer, para hacer o lo que sea que nos conecte con el, para que ambos estemos contentos.
De esta manera, poco a poco iremos integrando nuestro yo adulto a nuestro niño interior y nos volveremos seres más completos.
En una época trascendental y crítica de su vida, el famoso psiquiatra Carl Jung se sumergió durante 3 años en su casa a volver a hacer juegos de la infancia. Fue su época más creativa, después vinieron las grandes teorías que marcaron su historia en la psicología.
Abracemos y besemos a ese niño.
Gracias CLaudia Chirino
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